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¡Qué preocupación tan grande les causa a las madres cuando sus niños se niegan a comer!

Muchas veces, hasta maltratan al niño cuando insisten en que coma, aunque no tenga hambre. Lo que sucede es que el apetito de un niño se relaciona con sus necesidades calóricas. Cuando están bien activos, los niños comen más y si es lo contrario, pues les da menos hambre. Siempre y cuando que el niño se mantenga activo y crezca de una manera normal, las fluctuaciones en cuanto al apetito son normales.

En los primeros seis meses de vida, el crecimiento de un niño es bien acelerado y así mismo la demanda de alimento es mayor. Esta demanda empieza a disminuir a partir de los seis meses. Entre el año y los tres años de edad, ellos atraviesan una etapa de inapetencia fisiológica o falta de apetito, que es funcional y, de alguna manera, hay que respetarla.

Sin embargo en esta etapa es que se consolidan o establecen los hábitos alimentarios. A partir del año y medio comienza un período de socialización, de incorporación de hábitos alimentarios, pero también de selección. Entonces, puede que un niño quiera mucho un alimento y luego lo abandone. Y es aquí donde las madres se desesperan, porque el nene no quiere dejar el plato limpio, como lo hacía antes.

En mi consultorio, solía encontrar que más que un problema fisiológico o de salud, era un problema de mal manejo de la situación. Por ejemplo, en el afán de que el niño se alimente, la madre suele perseguir a su hijo con la comida, o le ofrece sustitutos que no son importantes desde el punto de vista nutritivo: galletitas dulces, bizcochos, o bebidas que tienen aditivos y endulzantes, cualquier cosa que le guste mucho al niño con tal de verlo comer. Los niños que son los reyes de la manipulación, se percata de que si no come va a obtener lo que quiere y su conducta alimentaria se altera.

Además, si un niño come algún bocado fuera de hora como un chocolate, una batida, que dicho sea de paso son altos en grasa y por ende tiene un alto valor de saciedad, es probable que a la hora de almorzar no tenga apetito. Dentro del marco familiar puede haber otros motivos: competencia con los hermanos, con quién come el niño, si llega de la escuela y se encuentra con una comida enlatada o recalentada, si se trata de un niño que nunca comparte una comida con su madre y sus hermanos, son todos factores que se deben tener en cuenta cuando se está frente a un niño inapetente.

Hay que ver en qué contexto se está produciendo esa inapetencia. Porque a veces está relacionada con la historia familiar. Hay niños que por falta de afecto, no se alimentan. La relación del grupo familiar con el niño a través de la comida tiene una gran importancia, pero hay que tratar de que esto no se salga de proporción, para que la necesidad de gratificar al hijo y de cuidarlo no se realice solamente a través de la comida. Me explico; Una madre desesperada porque su hijo coma, puede premiarlo sólo con comidas que al niño le gusten. Un ejemplo bien común es llevarlo a su restaurante de comida rápida favorita y comprarle la cajita de comida con sorpresita. Con un trato así, ¡ay, ay, ay!, el niño jamás dirá que tiene hambre.

Es importante analizar el aspecto fisiológico, desde el punto de vista de los nutrientes, que se esté dando adecuadamente el aumento de peso y estatura del niño. Si el niño se aleja de su carril adecuado sin una causa visible, los especialistas médicos evalúan si esta inapetencia tiene relevancia en relación a una enfermedad. Tanto los niños como los adultos, cuando atraviesan una enfermedad, están inapetentes, y esto es normal.

8 Recomendaciones para cuando tú niño presente falta de apetito:

  1. Establecer horarios fijos de comidas. Ejemplo: desayuno de 7-8 a.m.; merienda de 9-10 a.m.; almuerzo de 11-12 p.m.; merienda 2-3 p.m. y cana de 5-6 p.m.
  2. Si en algunas de estas comidas se rehúsa a comer, no lo sustituya por nada y espere hasta la próxima comida o merienda.
  3. Sirva porciones bien pequeñas. Es mejor poco y que desee repetir, que mucho y se rehúse a comer.
  4. En meriendas, dele alimentos fáciles de digerir, para que tenga apetito para la próxima comida. Ejemplo: gelatina, guineo, cóctel de frutas, galletitas de vainillas, jugos ricos en vitamina C como uva, china, toronja, manzana, etc. Evite galletitas con cremita, pues son altas en grasa, chocolates o bebidas con colorantes y aditivos.
  5. Haláguelo cuando coma bien y no diga nada, ni malo ni bueno cuando no coma. El buscará el halago, ¿a quién no le gusta eso?
  6. No marque su mal hábito, hablando con otros sobre la preocupación que le causa su inapetencia delante del niño. Esto puede darle una señal de que debe seguir con esa conducta de rehusarse a comer, para llamar la atención y hacer que el mundo gire alrededor de él. Por el contrario hable de las cosas buenas que él hace y cuando coma bien, coméntelo con otros delante del niño. Esto estimulará al niño a comer para que hablen bien de él. Pero no olvide halagarlo delante de otros por otras buenas conductas, no sea que se refuerce demasiado el hábito de comer y se vuelva obeso.
  7. Observe bien lo que come durante un día. Quizás piense que no se alimentó bien porque no se sentó a comer un plato arroz con habichuelas y carne. Tal vez haya comido pan, queso, leche y otros alimentos nutritivos durante el día y bocado a bocado, haya completado sus requisitos nutricionales.
  8. Si ve al niño retraído, perdiendo peso, con mucho sueño y cansado sin haber hecho mucho ejercicio, no dude en llevarlo al médico para que sea evaluado.
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